Las mujeres suelen engañarse con el amor y el viento hasta llegar a esa ansiosa o somnolienta pregunta de frontera: '¿Aún me quieres?' Donde el horizonte del hogar, tibio como la piel de la mujer que lee envuelta en su perfume, se torna inquietante, vacila como un viejo peldaño y deja paso a otros fantasmas que se amaron, con su rostro de novia entre las furias y las lágrimas, o inmóvil en la alta ventana desde donde contempla la estatua de sal de su amante en la acera vuelto hacia ella como una herida, inalcanzable hasta el infierno.
Si, tenés razón Enrique Molina.
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