9/1/11

Agosto en Abril.

(...)
Era una época hermosa en la que tenía horarios locos. Me encantaba. A veces, tantas recuerdo, me despertaba a medianoche con un deseo inminente de escribir. Algo, pero escribir. Otras tantas veces almorzaba en el lugar de merendar, o cenaba a las dos y cuarto de la mañana. No había ningún tipo de rutina o cronograma para cumplir al pie de la letra que yo tuviera que seguir. Amaba esa vida de joven, siguiendo paso a paso las intrucciones para ser la perfecta rebelde. Y no me importaba, no. ¿Quién no pasó por eso algún año de los seis o siete que conforman la adolescencia? Abril y yo seguro que sí. Compañeras fieles a cada momento, ella fué quién me confesó lo de su revistita política -como ella solía llamarla-, con una cara terriblemente deseosa y contenta a la vez, cual nena de cinco años a punto de abrir el regalo que los Reyes Magos le dejaron.
- No se en qué va a terminar esto, si en un buen proyecto a futuro, con prestigio y reconocimiento, con premios por parte del Decano y halagos por parte de nuestros amigos profesionales, o en un tacho de basura junto con las revistas del corazón que tanto aborresco- decía cada tanto Abril, un poco desesperanzada después de tantos rechazos literarios. Ella necesitaba un empujón. Una emoción agradable que la despertara de esa pesadilla de repudios por parte de los que no la conocían. Mi empujón no era validero. La verdadera opinión está en el extraño. En aquel del que no se conoce absolutamente nada, y estima nuestra reproducciónes orales o escritas.
(...)

2 comentarios:

Lorenzini dijo...

h2on-t vos!!!!!1




(Con esto tiré a la mierda todo el amor que pusiste al escribir, jaja)

Muchos te amo, Raisi :)

Kmox dijo...

La última parte. Es así, tal cual.
Re lindi Sis, me encantó. Me quedé con la intriga.